miércoles, 25 de noviembre de 2015

SIEMPRE QUE SU MUNDO EMPEZABA A VOLVERSE UN POCO MÁS CUERDO.


 


Mateo gritaba desesperado, desgarrando sus cuerdas vocales en un intento absurdo por conseguir que alguien corriera en su ayuda. De rodillas, en medio de la sala de recreo, con la frente brillante por el esfuerzo, hacía lo imposible para traer de nuevo a la vida a un chico no mucho más mayor que su nieto Alejandro, que acababa de cumplir trece años. Exasperado, miraba a su alrededor sin entender por qué a pesar de encontrarse en una sala repleta de gente nadie hacía caso a su petición de auxilio. No obstante, lo intentó.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

NO ERA EL COLOR NEGRO.



 

Como cada madrugada, Hanna aparcó su Renault 19 en la puerta del curro. Tenía sueño, ninguna novedad, y estaba asqueada de aquel trabajo pasajero que se había convertido con el paso del tiempo en diez años de esclavitud sectaria. Se bajó con prisas, llegaba trece minutos tarde y de nuevo iba a quedar registrado en el dichoso aparatito de la entrada que se había dormido, otra vez. Cerró el coche con energía y caminó deprisa hacia el callejón. La noche estaba preciosa. Sí, todavía era de noche. Y la luna formaba, junto con dos estrellas muy brillantes, una especie de constelación. Le gustó. Le atrapó, diría yo. Tanto que se detuvo a capturar la imagen con la cámara cutre de su móvil. "¡Menuda mierda!, ¿por qué desenfocas, maldita?", discutía para sí.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

TERAPIA





Caminaba cabizbajo por la acera. Había tenido un día complicado, de esos de los de acabar queriendo matar a alguien. Y lo cierto es que casi lo consigo. No termino de recordar cómo había comenzado todo, sólo ese momento inexplicable en el que, de repente, me sorprendí a mí mismo con las manos llenas de sangre, apretando el cuello de Luis, mi encargado.
Alguien debió separarnos a tiempo. No lo sé. Lo que sí sé es que, cuando quise darme cuenta, Luís tenía la cara amoratada e  intentaba torpemente soltarse de mí... También recuerdo la bronca interminable de mi jefe. "¡Te dejé seguir en el equipo porque prometiste tratar tus ataques de ira, Sergio! ", concluyó tajante con un golpe en la mesa. Tus ataques de ira... Como si fuera tan fácil.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

SIN FIN




Supongo que necesitaba que me dieras la mano para continuar caminando... Se me hacía difícil la sola idea de no poder volver jamás a mi casa, a mi vida, a mis cosas... Pero, cuando una catástrofe de aquellas dimensiones asola tu mundo, comenzar de cero es una buena opción. De hecho, la única.
Todo había sucedido muy rápido. Demasiado rápido como para poder procesar la información de manera natural sin quedar en shock irremediablemente. Necesitaba llorar. Necesitaba gritar. Despertarme de lo que estaba siendo una pesadilla. Recuerdo que sólo fui capaz de reaccionar cuando, desde una lejanía bastante cercana, alguien tiró de mi brazo para que me levantase. Lo escuché gritar mi nombre: "Nora, vamos, ¡corre!”. Me zarandeó con fuerza. Y conseguí salir de allí a tientas, entre todo el polvo, los escombros y los pedazos esparcidos por el suelo de personas muertas. Personas que, solamente quince minutos antes, compartían conmigo la velada más bonita del mundo: mi boda.