miércoles, 11 de noviembre de 2015

TERAPIA





Caminaba cabizbajo por la acera. Había tenido un día complicado, de esos de los de acabar queriendo matar a alguien. Y lo cierto es que casi lo consigo. No termino de recordar cómo había comenzado todo, sólo ese momento inexplicable en el que, de repente, me sorprendí a mí mismo con las manos llenas de sangre, apretando el cuello de Luis, mi encargado.
Alguien debió separarnos a tiempo. No lo sé. Lo que sí sé es que, cuando quise darme cuenta, Luís tenía la cara amoratada e  intentaba torpemente soltarse de mí... También recuerdo la bronca interminable de mi jefe. "¡Te dejé seguir en el equipo porque prometiste tratar tus ataques de ira, Sergio! ", concluyó tajante con un golpe en la mesa. Tus ataques de ira... Como si fuera tan fácil.



Yo lo intenté. Os juro que lo intenté. Pero, desde antes de entrar en la sala de terapia, sabía que aquello olía a fracaso seguro. Me costaba mucho contenerme y era muy probable que, si las cosas no iban como a mí me gustaban, hubiera un accidente. Y así fue. A la primera que el terapeuta me llevó la contraria, acabé por reventarle un ojo y partirle cuatro costillas. Me miró mal. Desde que entré por la puerta, os lo aseguro. Y me expulsaron, obvio. Aunque toda mi familia tenía la absurda esperanza de que me reubicarían en un nuevo grupo o centro de tratamiento. Ellos siempre esperaban más…

Recordar todo aquello me estaba haciendo sentir tan alejado de mi propia existencia que decidí marcharme. Tal vez un viaje largo (muy largo), cambiar de aires, de entorno, me vendría mucho mejor que medicarme constantemente. Sobre todo si al final casi nunca lo hacía. Y la terapia estaba claro que no me funcionaba. Porque lo cierto es que yo no quería dejar de ser como era. De ser yo. Si me trataba perdía mi esencia y no estaba dispuesto a renunciar a eso.

Así que cogí el primer vuelo con asientos disponibles a Australia. Sí, Australia. Siempre había querido viajar a las antípodas y ahora era el mejor momento para hacerlo. Recuerdo aterrizar de noche en el aeropuerto de Brisbane. Hacía calor y la gente hablaba en un inglés raro. Empecé a agobiarme cuando en la aduana un poli insistía en que no podía cruzar al otro lado porque no tenía visado de residencia, ni de vacaciones. Ni siquiera de trabajo. ¡Yo qué iba a saber! Sólo era un viaje de placer… Lo siguiente que recuerdo es la imagen de sus sesos esparcidos por todo el suelo de la terminal, sus ojos abiertos prácticamente en blanco, su pistola en mi mano y un círculo de agentes de la ley y el orden a mi alrededor gritando “Put your hands up!”*. Después de aquello, sé que pasé algún tiempo en observación en otro centro de tratamiento a las afueras de la ciudad, ya en España. ¿Cómo volví? Yo no lo sé.

Había sido una aventura que sin duda no olvidaría jamás. Estaba seguro. Y lo mejor de todo es que no sentía ni siento remordimiento alguno. Antes me autolesionaba para castigarme. Ahora, con el paso del tiempo, he acabado por aceptarme como soy. Y, de hecho, me encanta.


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*¡Arriba las manos!

8 comentarios:

  1. Dibujas y escribes, no sabes la envidia que me das. Mi enhorabuena, espero que sigas adelante, encontrarás tu sitio.

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    1. Gracias. Como alguien me dijo una vez: poco a poco. Es una carrera de fondo. ;)

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  2. Muy bueno...tu sigue siempre escribiendo que esta en tu esencia.

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    1. Mi esencia... Tranquila, jamás dejaré de hacerlo. No sé rendirme. :)

      Mil gracias.

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  3. Cada relato me engancha más, siempre espero a estar un rato tranquilo para leerlo sin agobios y disfrutarlo plenamente.

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    1. No sabes lo mucho que le alegra saber eso :)
      Es como mejor se hacen las cosas siempre, con calma.

      Gracias. Sin ti y todos los que me seguís, nada de esto tendría sentido. Sería imposible.

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  4. Después de la semana pasada, veo que retomas la senda....eso si te digo, nada más leer el nombre del protagonista del relato se veía que tenía que ser alguien con la cabeza para allá..:P,en serio, me recuerda a situaciones límite en las que se te pasan un millón de cosas por la cabeza, y después despiertas y te encuentras con la realidad de tus acciones, que gracias a dios no coinciden con los deseos irrefrenables de estrangular a alguién!!jaja, muy bien!...por poner un pero...que por una frase de tu relato me he encontrado tarareando,si lo confieso, el "put your hands up in the air"....me hago mayor!!!!!

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  5. ¡Qué tío! jajajaja Cierto... te haces mayor.
    Gracias. Nunca hay que perderse. ;)

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