miércoles, 2 de marzo de 2016

INSIGNIFICANTE


 
 
Yo, amo, dueño y señor de mis dominios, anima libera por excelencia, amante impávido de la soledad más absoluta, solía creer que mi vida era perfecta. Ay, iluso de mí… Vivía despreocupado, tomando largos y placenteros baños de sol tumbado en la terraza. Pasaba mi tiempo libre contemplando las cosas que me rodeaban, tenía siervos que se ocupaban de mí y se encargaban de que ni un solo día faltase comida en mi plato o atenciones que me complacieran. Yo, a cambio,  fingía escucharlos, rebajarme a su nivel, regalarles algún que otro roce placentero. Me encantaba encandilarlos con mis habilidades de chamán amateur, me hacía sentir poderoso. Todo el mundo me respetaba, todo el mundo me obedecía. Había conseguido imponer, con el paso de los años, una serie de normas no escritas que se cumplían sin cuestionamientos ni dilación. Tenía todas mis necesidades cubiertas, tenía la soledad que deseaba. Yo, y nadie más que yo, decidía sobre mi vida y el destino y funciones de los demás. Era, hasta la fecha, el verdadero puto amo de mi hogar.
Y sí, en efecto, mi vida era perfecta. Lo era. Lo fue, hasta que, una tranquila mañana de las muchas que imperaban en mi vida, llegó a mi casa aquella vieja apestosa vestida de negro. ¡Ay, pobre de mí! Jamás supe con certeza quién le había dado permiso para establecer allí su colonia. Pero no me gustaba. Ni ella, ni que ella estuviera allí. Primero me despojó de mi cuarto. Me sentí destronado. Pero ese no sería más que el inicio de una serie de hurtos indebidos.
Yo tenía mi sitio en la casa. Tenía rincones sagrados, objetos propios que, hasta la fecha, nadie se había atrevido siquiera a mirar. Tenía, sí, porque la vieja hedionda osó con descaro y vicio ocupar mi lugar, profanar mis altares, tomar como suyas mis preciadas posesiones. Hizo de mi hogar un infierno. Ya nada era mío, nada olía a mí.
Y, no contenta con todo aquello, con haber usurpado mi trono, trajo consigo una mascota: perro. No, no me gustan los perros. Nunca me han gustado. Apestan, hacen ruido y nunca jamás respetan el territorio. No, no me gustan. Lo chupan todo, todo lo huelen. Son bebés gigantes empeñados en molestar. No me gustan. Creí que había quedado claro cuando saqué los ojos a aquel cachorrito peludo tan mono que una de mis esclavas una vez trajo a casa. Pero no. Mi alma cándida cayó en la trampa. Lejos de respetar mis voluntades, la vieja insufrible había traído consigo un estúpido caniche chillón.
Después de varios duelos en tablas, decidí volver a poner las lindes en su sitio. Debía dejar claro que no podía estar allí. Era mi casa, era mi espacio, eran mis normas. Así que, confiado, lo esperé a la vuelta de la esquina entre la cocina y el pasillo. Agazapado, cual alimaña hambrienta que se dispone a sorprender y cazar a su presa, aguardé. Tenía la intención de repetir las mismas acciones que un tiempo atrás había propinado al cachorrito mono de mi esclava. Pero, para mi sorpresa, recibí un escobonazo en las costillas que me obligó a permanecer tumbado durante cuatro días. Increíble: el maldito perro se había vuelto intocable... ¡Ay, qué dolor en el alma! Jamás imaginé que la presencia de un perro insulso como ese, podría hacer cambiar las cosas tanto en casa, en MI casa… Ya nadie me respetaba.
Comprendí entonces que, muy a mi pesar, nada importa tu opinión mientras seas un insignificante gato…

9 comentarios:

  1. Por un momento leyendo los primeros párrafos me dió la impresión de que mi ex debía ser gata :P,aunque el desenlace de la historia de ficción nada tenga que ver con la vida real,al final cuando te sacan de tu zona de confort es cuando afloran los verdaderos instintos!!

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  2. Sin duda un buen relato, al principio yo también dudaba si era persona o animal....saludos

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    1. Veo que, a pesar de haber puesto la ilustración del ojo gatuno, mi objetivo de llevaros a mi terreno ha funcionado jajajaja ¡Os hice dudar!

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  3. Siiiii... A mi me ha pasado lo mismo!! DE todas formas yo por un lado creo que efectivamente es un gato pero que se puede pensar sobre el relato y llevarlo mas allá y sacar cada uno sus propias conclusiones.

    Muy bien Maria! :)

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    1. Efectivamente, siempre he dicho (y tú lo sabes muy bien) que una de las cosas que más mola de escribir es jugar a imaginar, dejar las puertas abiertas a elucubraciones y que el lector se lleve el texto donde quiera. Quería hacer algo distinto, aunque soy consciente de que no soy la primera ni seré la última que escriba algo así... Shakespeare ya hizo de todo.

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  4. Puñetero caniche, da igual si eres gato o persona, cuadno crees que lo tienes todo resuelto llega la persona de la escoba y te da en las costillas

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  5. ¡Cierto! Perfecta lectura, querido Klaus.

    Gracias por leerme ;)

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