Tal y como había
organizado, el juicio popular se celebró justo una semana después en la misma
plaza del pueblo. Quería que fuera así y así se me concedió. No fue fácil
convencer al alcalde pero, tras mucho insistir, finalmente accedió.
La gente quería
respuestas, quería un culpable para poder dormir en paz por las noches y volver
a vivir como hacía tantos años que no se conseguía en Morgana. Yo, contra todo
pronóstico, tenía al alcalde de mi lado. Él tampoco vivía tranquilo, pero no creía
en las historias de licántropos. Y también quería resolver el caso. Jerome, el
segurata del ayuntamiento, había tenido su cita secreta con el edil como me
había pedido y, desde entonces, tenía un comportamiento muy extraño… Era el
momento perfecto.
Mi plan iba sobre
ruedas: el pueblo tendría un claro culpable al que juzgar, un auténtico
licántropo. Estaba claro que caerían en mi trampa y acabarían decidiendo
meterlo entre rejas. La gente se relajaría, el alcalde al fin creería mi
palabra y todo terminaría ahí… de momento. Como ya os dije, tras mi episodio en
el bosque supe que el verdadero culpable
de toda aquella masacre no era Boby, sino que el autor de los asesinatos se
había tomado la molestia de hacer creer a todo el mundo que lo hacía él. Y le
había salido muy bien por el momento. Una generación entera de licántropos
frente a una generación de… no sabíamos aún qué, rivalizaba sobre el terreno
desde hacía siglos. Era un plan perfecto. Ganaban posiciones. Pero con Boby en
la cárcel, ya no tendrían culpable al que acusar. Sí. Pensaba desenmascarar a
Boby. No me quedaba otra opción. Él aceptó a regañadientes, pero sabía que todo
aquello era por el bien común.
Nadie iba a matarlo,
sólo a encarcelarlo por un tiempo. Y, cuando pasara ese tiempo, se marcharía de
Morgana para siempre. Tendría una vida nueva, con una identidad nueva en un
nuevo lugar. Así había quedado
estipulado en el contrato. Y, sí. Habíamos hecho un contrato. ..
—Sé que desde fuera suena frío, Boby.
—Suena horrible… —dijo mirando distante el papel.
Con las manos entre las piernas, encorvado…
—Es lo mejor para todos. Para ti, para tu familia…
Para Morgana. Además, mira, lo pone bien clarito aquí: Una vez se haya cumplido el tiempo de cautiverio establecido, Boby
Martos y toda su familia pasarán a adoptar una nueva identidad que les será
proporcionada por el Estado, así como una nueva residencia y, en suma, una
nueva vida. Todo ellos entrarán a formar parte de un plan de protección de
testigos…
—No sigas. Ya me lo he leído yo, Nica. Sé leer.
—Vale, de acuerdo. Perdona —Se hizo un largo
silencio incómodo.
—Está bien. ¿Dónde firmo? —preguntó mirando todas
y cada una de las paredes de aquel pequeño cuarto de estar, como si quisiera
grabar en su retina para siempre el zulo donde sus padres le habían criado.
—Aquí. Te irá bien. Te lo prometo.
Aquella mañana fui a
recogerlo a su casa. Teníamos que interpretar el papel de nuestras vidas. Así
que le até las manos, le puse unos grilletes en los pies y le golpeé hasta
hacerlo sangrar sintiéndolo en lo más profundo de mi alma… No sé quién lloró
más de los dos. Tenían que creernos. Aún contábamos con la transformación de
Boby. Aquello era un punto a nuestro favor.
Huelga decir que, en
cuanto nos vieron aparecer en la plaza, el terror se apoderó momentáneamente de
todos los habitantes de Morgana. Porque sí, habían acudido todos y cada uno de
ellos. Puntuales. A las doce y diez de la mañana… Sinceramente, creí que el jurado sería mucho
más duro con él. Supongo que la inexperiencia, la verdad revelada ante sus
ojos, el miedo acumulado durante todos esos años habían hecho tanta mella que
no podían creer aún lo que estaba pasando.
Todo salió según lo
previsto. Boby estaba en la cárcel, la gente lo celebraba contenta, el alcalde
todavía no salía de su asombro pues me felicitaba por todo el esfuerzo y el
trabajo realizado, y se respiraba un
aire de tranquilidad que había cambiado la atmósfera que envolvía Morgana desde
mucho antes de que yo llegara.
Estaba contenta.
Ahora podría dedicarme a desenmascarar al verdadero asesino. Pero supongo que,
como dicen los viejos, estaba escrito que las cosas se habían de torcer. A la
mañana siguiente al juicio, me levanté más temprano de lo habitual. Quería ir
directa a visitar a Boby. Al fin y al cabo, era mi protegido. Pero no me había
dado tiempo siquiera a terminar de
lavarme los dientes cuando, a las seis y veinte de la madrugada, una patrulla
formada en gran parte por los hombres de confianza del alcalde, llamaba a mi
puerta. ¿Qué pasaba esta vez?
Cuando me personé en
la cárcel, todavía daba vueltas a la noticia, taciturna. Parecía una pesadilla
de esas que se repiten una y otra vez: Boby había aparecido muerto en el suelo
de su celda.
—A ver, ¿me está diciendo usted que aquí no había
nadie anoche? ¿Quién vigilaba entonces? —pregunté hecha una furia en cuanto
reaccioné, golpeando la mesa del registro de paso.
—Señorita, discúlpeme, pero es que con el sistema
de vigilancia nocturna del que dispone el centro, no es necesario que haya
ningún funcionario aquí constantemente. Las cámaras graban y, si hubiera algún
problema, que casi nunca lo hay, el encargado de mirar los monitores es el
mismo que se desplaza hasta aquí y resuelve el asunto. Normalmente suelen estar
aislados. Así que…
—Este era un recluso especial. ¡¡¡Era un recluso
protegido!!! —rugí. Sentí cómo dos cálidas lágrimas rodaban por mis mejillas en
ese momento—. Era un recluso protegido, por lo que más quiera…
—Lo sé…
—Las cámaras graban, ¿no? —No contestó—. ¿Graban las cámaras, agente?
—Sí. De hecho, ahora mismo hay un técnico…
No le dio tiempo a
terminar. Un agente, corriendo como si su propio alma se le hubiera escapado e
intentase recuperarla antes de que se desvaneciera, entró en la prisión
arramplando con todo a su paso, gritando mi nombre y una frase totalmente
incomprensible por lo acelerado de su respiración. Cuando consiguió calmarse un
poco y repetir la frase, pensé que aquello tenía que ser una broma de mal gusto.
Al parecer, y tal y como pude comprobar después, un nuevo cadáver había
aparecido a las afueras del pueblo. Lo había encontrado Jerome, el guarda de
seguridad. Y, aunque hubiera intentado ocultarlo, a pesar de los múltiples
desgarros que tenía por toda la cara y el cuerpo, estaba muy claro quién era la
víctima: el alcalde había sido asesinado. En su defensa, y dado que sólo yo
sabía sobre sus encuentros con el alcalde, me dijo que, tras la primera cita
que yo les había concertado, habían acordado volverse a ver aquella madrugada,
a escasos metros de donde lo había encontrado.
Me quedaba mucho
trabajo por hacer.
Está claro que el asesino es el tal Jerome... O sea, que no va a ser él... ¿Pero esto cuándo termina? Cada vez hay más sospechosos... Qué locura... Qué enganche... ;-)
ResponderEliminar¡¡¡MUA - JA - JA - JA!!! ... Ya veremos. Mañana tendrás todas tus dudas resueltas... O no. ;)
EliminarSe ha abierto la veda!! hemos perdido dos actores principales de la historia, como bien han dicho Jerome por evidente se podría descartar, habrá que esperar a los nuevos protagonistas de la historia, porque el asesino supongo que aún no ha hecho acto de presencia...leamos leamos!!
ResponderEliminarJeje... Os vais a dar chocazos contra la pared mañana. I know It jajajaj
EliminarMe gusta como se mantiene el suspense...sin duda ahora estaría sonando música de tensión, si fuera una peli. El asesino esta entre nosotros jajaja. A la espera de lo inesperado...
ResponderEliminarYo que tú, miraba debajo de la cama por si acaso. ;P
EliminarMañana a las doce del mediodía se sabrá todo... Atenta.