miércoles, 25 de noviembre de 2015

SIEMPRE QUE SU MUNDO EMPEZABA A VOLVERSE UN POCO MÁS CUERDO.


 


Mateo gritaba desesperado, desgarrando sus cuerdas vocales en un intento absurdo por conseguir que alguien corriera en su ayuda. De rodillas, en medio de la sala de recreo, con la frente brillante por el esfuerzo, hacía lo imposible para traer de nuevo a la vida a un chico no mucho más mayor que su nieto Alejandro, que acababa de cumplir trece años. Exasperado, miraba a su alrededor sin entender por qué a pesar de encontrarse en una sala repleta de gente nadie hacía caso a su petición de auxilio. No obstante, lo intentó. Y siguió soplando una y otra vez, siguió masajeando con fuerza, pero no hubo manera alguna de reanimarlo. Así que se rindió y dejó de insuflar aire a aquel chico famélico que yacía en el suelo, sin pulso, con los ojos cerrados y la boca muy abierta.
“Otra vez”, susurró para sí. “Otra vez…”


No podía dejar de mirar al muchacho. No podía creer que había vuelto a suceder. Se levantó muy despacio, lánguido, mirando al suelo, lamentando haber perdido al paciente.
Cuando se giró al fin, toda la sala lo miraba con pena. Las enfermeras se acercaron a él, le acariciaron el pelo con cariño, le pusieron la camisa y volvieron a internarlo en aislamiento. Sabían lo que siempre sucedía después. Sabían que Mateo era un paciente difícil cuando llegaba a ese punto de estrés “post traumático”. 

–Definitivamente, tenemos que deshacernos del muñeco –, acordaron entre todas una vez consiguieron calmarlo.

– Ya no basta con esconderlo. Siempre acaba por encontrarlo al final –.


Mateo, que había sido médico de urgencias en la capital durante toda su vida, tenía ahora sesenta y ocho años y hacía diez que había perdido la cabeza. Después de una trayectoria brillante en su profesión, a la que amaba, y tras una serie de episodios desagradables desembocados en negligencias, había acabado siendo internado por obra y gracia de un juez. Y aún no sabían cuál era el desencadenante que hacía que repitiera una y otra vez aquel episodio, pero parecía hacerlo siempre que su mundo empezaba a volverse un poco más cuerdo...

6 comentarios:

  1. Corto pero intenso. Me ha dado coraje acabarlo tan rápido ;)

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  2. Me gusta. A veces lo corto te da el subidon justo de emoción.

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    1. Gracias. Buscaba poneros en su piel... ¿Qué tal tus sensaciones?

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  3. Como dice el dicho: Lo bueno si breve...dos veces bueno!, el poder de la mente que gran rompecabezas!

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    1. El poder de la mente, la manipulación, sentirse perdido, el miedo irracional... ¿O era racional? Todo vale.
      No hace falta ser Mateo para verse envuelto en una de esas... ¡Gracias por estar ahí una semana más!

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