¿A quién no le han dicho nunca aquello de: si eres bueno y te portas bien, papá Noel te
traerá lo que pidas? Alentador, ¿verdad? Desde que tus padres enunciaban
esa frase como parte de un contrato sagrado, te esforzabas mucho por ser el
mejor en todo… durante, al menos, ¡una semana! Claro, luego se te olvidaba y
volvías a tus fechorías de siempre, lo que provocaba que tus padres dijeran
aquello otro de: Papá Noel te está
vigilando… Aunque eso sólo servía para que te pusieras las pilas de nuevo
durante un par de semanas más. Al final, acababas haciendo lo mismo de siempre
y Papá Noel, no sé si por aquello de no poder estar mirando las 24 h del día o
qué, te dejaba todo lo que le habías pedido… Pues bien. Hay niños que cumplen
hasta el final. Y llevan sus contratos hasta las últimas consecuencias, como
Úrsula. Úrsula se tomó muy en serio su parte del contrato… Lo que sucedió al
final podría hacer replantearse a más de un papá y una mamá firmar tales
contratos, sin añadir antes una cláusula trampa en letra pequeña. Veréis,
Úrsula era una niña rebelde de nueve años y medio, a la que nunca jamás le
habían dicho que no a casi nada. Durante los seis últimos meses, sus fechorías habían
crecido en consistencia e intensidad, y podrían haber llegado a poner los pelos
de punta incluso al mejor terapeuta infantil: Había pedido un gatito como
regalo de cumpleaños. Al tercer día, le había cortado el rabo. Obviamente, no
habían vuelto a verlo desde que ella apareciera con cada parte del animal en
una mano caminando por el pasillo. Nadie jamás supo cómo lo había hecho. Sólo
una semana después, en pleno plan de adaptación escolar, le había quemado el
pelo a Diana, su compañera de mesa en clase (adaptación escolar, sí. Habían
tenido que cambiarla de colegio seis veces en el último año).Un mes más tarde,
ató a su primo de pies y de manos y lo hizo rodar escaleras abajo. Había
incendiado el jardín, le había cosido los ojos al perro, matado a pellizcos a
la hija de la vecina, inundado el baño, prendido fuego a las cortinas… En casa
ya no podían más.
Acudieron, entonces, a un terapeuta especial en casos de
riesgo. “Negocien con ella”, les insistió. “Pónganles metas que pueda alcanzar
y premien su esfuerzo. Si no lo hacen ahora, se arrepentirán”. Y, de un
carpetazo, dio por concluida la sesión.
Así pues, le habían marcado un objetivo condicionado: si de aquí a Navidad colaboras en casa y te
comportas de manera ejemplar, conseguiremos que Papá Noel te traiga exactamente
lo que tú quieras. “Lo que tú quieras”.
-¿Lo que quiera?- Ella sabía muy bien lo que quería y, si la
única condición para obtenerlo era hacer un esfuerzo, lo haría.
-Sí. Lo que quieras.
-Un unicornio. Quiero un unicornio. Un unicornio de carne y
hueso - , respondió sin apenas pensar.
-Ok. Tendrás tu unicornio- prometieron los padres,
convencidos de que en algún momento acabaría por hacer otra de las suyas, lo
que sería la excusa perfecta para no cumplir con su parte del trato.
Pero, contra todo pronóstico, Úrsula se había esforzado. Habían
pasado los días y Úrsula se había esforzado. Se había portado muy bien desde
que cerrasen “El Trato”. Era otra niña. Había ayudado en casa, había hecho los
deberes cada día, había sacado muy buenas notas y estaba siendo buena con todo
el mundo. Todo por conseguir su unicornio.
Ahora estaba allí, en su cama. Era el día. Era la mágica
mañana de Navidad que tanto había esperado. Se había levantado muy temprano, se
había sentado en el borde de su cama y aguardaba con ansia el momento en el que
escuchase a mamá decirle aquello de “baja, cariño. ¡Ya es navidad!”. Había
hecho un gran esfuerzo. Había sido la niña más buena del mundo y ahora tendría
su unicornio. Miró el reloj. Las ocho en punto. “Es la hora”, se dijo. La tripa
se le inundó de cosquillas… Y, justo en ese momento, mamá gritaba a pleno pulmón:
“Baja, cariño. ¡Ya es Navidad!”. Se levantó decidida, abrió la puerta de su
cuarto, cogió carrerilla y bajó casi volando las escaleras hasta el árbol.
Cuando llegó, un nudo le ató la garganta. ¿Dónde estaba el unicornio? “Estará
fuera”, pensó. Se asomó a la ventana que daba a la calle. Nada. Ni rastro del
unicornio. Corrió hacia la ventana de la cocina, que daba al jardín. Nada.
Tampoco estaba. Miró en los armarios, en el garaje, debajo de las camas… Pero
el unicornio no estaba por ningún lado.
Cuando regresó de la “Búsqueda del Tesoro”, sus padres
esperaban de pie, junto al árbol, esbozando una gran y falsa sonrisa.
-Úrsula, nena. ¿No vas a abrir tus regalos?
-¿Dónde está mi unicornio?
-Es que ha debido perdérsele a Papá Noel por el camino.
Pero, mira, te ha dejado una nota y otros muchos regalos a cambio para
disculparse…
-Pero yo quería mi unicornio.
-Ya, mi vida. Pero no está y no podemos hacer nada. Anda,
abre los regalos. A ver qué te ha dejado…
-Quiero mi unicornio.
-Úrsula- dijo papá enfadado. - Ha sido imposible conseguir
el unicornio. Confórmate con lo que tienes y deja de quejarte. Los unicornios
no existen. ¡MADURA!
La niña, roja por la ira, se encaminó al cobertizo muy
despacio. Cogió el hacha con el que papá solía cortar la leña y la guardó bajo
su cama.
El día transcurrió raro. No hubo sonrisas, no hubo apenas
diálogos entre los tres. Y Úrsula decidió quedarse en su cuarto la mayor parte
del tiempo, urdiendo su plan. Esperó. Con toda la paciencia del mundo, esperó. Llegó
la noche y siguió esperando hasta que papá y mamá se habían dormido. Entonces,
la nena se encaminó hacia su cuarto, abrió despacio la puerta y entró, casi de
puntillas. Cuando por fin los tuvo tan cerca que los podía respirar, descargó
contra ellos su enfado en forma de hachazos. Primero a papá que, tras el
primero de los cortes dirigidos a su cara, dejó de roncar. Después a mamá, que se
había despertado con el ajetreo en la cama y gritaba histérica pidiendo
absurdamente ayuda.
-¡¡¡CÁLLATE, MADRE!!!- Rugió asestándole un golpe certero en
el pecho.
-¡¡¡YO SÓLO QUERÍA UN UNICORNIO!!!- chillaba enloquecida
mientras cosía a hachazos a mamá y a papá…
¡FELIZ NAVIDAD!
Me gusta, muy en tu linea...además los padres no saben lo que esconden sus hijos en su interior... Feliz Navidad.
ResponderEliminarPesadilla de navidad!espero que llegue el Sr Scrouch y nos despierte del sueño😨😨...😜
ResponderEliminar¡Qué tío! jajaja Tú cierra los ojos y grita eso de... ¡Beatelchus! A ver qué pasa.
Eliminarme quedo la duda quien es Ursula?
ResponderEliminaroh perdon, no vi que continaura, perdon por mi torpeza.
ResponderEliminarmuy duro, muy sangriento
ResponderEliminar;)
EliminarPor cierto, puedes leer la versión extendida en fuegoliterariodm.blogspot.com ;)
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