miércoles, 1 de junio de 2016

QUERIDA VÍCTIMA...




Solía gustarme humillarte.
Disfrutaba como un niño cuando te ataba a aquella silla oxidada del sótano, te amordazaba y quemaba tus pestañas. El fuerte olor a pelo quemado me excitaba en exceso y reconozco que a veces hasta me asustaba. Pero yo siempre quería más.
Tú, como animal de costumbre que eres, solías resistirte al principio, hasta que un día comprendiste que aquello nunca iba a parar.


Recuerdo que las primeras veces te movías demasiado y acababa quemando también tus mejillas. Entonces la habitación se inundaba de un agradable olor a carne quemada. Fue así como comencé a comerme tu cuerpo. Sí, no me mires de esa forma, fue sólo culpa tuya que yo deseara comerte. Si no te hubieras movido, jamás te hubiese quemado y, en consecuencia, mi deseo de probar tu carne nunca habría despertado.

Sí, es verdad, yo sabía que aquello estaba mal, pero me gustaba. A una parte de mí le gustaba. Supongo que a mi parte caníbal, esa que todos tenemos escondida en algún lugar de nuestro yo, le gustaba.
Entonces nuestras sesiones a solas aumentaron en tiempo gradualmente de una manera muy significativa: lo que comenzara siendo encuentros de diez minutos en días alternos, poco a poco, se convirtió en mi hobby de todas las tardes. Afortunadamente, y como mi inteligencia privilegiada predijo, nadie te echaba de menos. Sólo eras una pasante más en aquel hospital en el que nadie conoce a nadie, te lo aseguro.

Disfrutaba. Me encantaba. Y reconozco que siempre volvía al sótano con ganas de más. Primero fueron tus pestañas. Después, tus mejillas quemadas... Hasta que un día, viendo que ya no quedaba más carne que quemar y que comer en tu cara y en tus extremidades, tuve que dar el siguiente paso.
Sinceramente, yo no quería. Me parecía cruel. ¡Me parecía un despropósito! Pero no tuve más remedio que hacerlo. Algo dentro de mí me lo pedía...Mi yo caníbal me lo exigía. Y yo siempre hago caso a mis yoes.
Recuerdo que ya te habías acostumbrado al dolor de las quemaduras en tu piel. Ya no gritabas nunca. Sólo me mirabas a los ojos, firme, hasta que te quemaba. Entonces cerrabas los ojos y te retorcías. Pero nada más. Me resultaba siniestro, y dar aquel paso más allá... Me costaba. Por desgracia para mí, te había cogido cierto cariño.

Finalmente, y tras mucho pensarlo, me decidí. Mi yo caníbal me presionaba, así que te até las manos y las piernas con cuidado, te tapé los ojos, la boca, te cargué como pude al hombro y te dejé en el suelo húmedo y lleno de verdín del sótano.
Me arrodillé despacio a tu lado y titubeé un segundo. Pero pensar en tu sabor hizo que me decidiera. Estoy seguro de que, de no haberlo hecho yo, lo hubiera hecho otro. Para mí era una cuestión de supervivencia…

Me acerqué entonces a tu abdomen con mi pequeña navaja de supervivencia, no fue difícil recuperarla, a esa señora tan amable de la recepción le encantan los bombones rellenos de crema de avellanas, y sospecho que comienza a perder la cabeza…

Con mucho cuidado y poca determinación te hice una incisión por encima del ombligo. Confieso que tuve miedo, las piernas mi temblaban. Entonces metí mis dedos y saqué lo primero que cogí.

Ya está. Había cruzado el límite...

Ahora pienso que fui descortés contigo, pues no me digné ni a poner siquiera una manta en el suelo para que no cogieras frío...

 

6 comentarios:

  1. He sentido miedito, asco, me he encogido... Sensaciones... Eso es que está bien escrito aunque sea muy siniestro. Felicidades!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Wow, gracias :)

      Este texto formaba parte de mi antiguo blog. Lo he trabajado y retocado un tanto porque sentía que merecía la pena apostar por él, y quería compartirlo aquí. Me alegro de haber causado tantas sensaciones en tu persona ;)

      Eliminar
  2. Como siempre profunda y cruel, muy en tu linea. Un gusto leerte de nuevo. Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Detecto cierta vuelta a los orígenes?muy reconocible este relato,como el primero que te leí,a seguir siempre en la línea peligrosa jaja, me alegra volverte a leer!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajaja ¡Es que era de los orígenes!
      Gracias por tu fidelidad. Me encanta saberte siempre ahí ;)

      Eliminar